
Estudió Económicas en Dartmouth, donde acabó el primero de su promoción. Su interés por la computación desembocó en su entrada en MicroStrategy, una firma de software que vivió un ascenso meteórico en los años 90. Con las ganancias obtenidas decidió fundar Appian junto con otros tres amigos. Entusiasta de la teoría de los juegos de mesa, Matt Calkins dedica parte de su tiempo libre a crearlos, y le gusta aplicar al mundo empresarial las lecciones que se aprenden en una buena partida.
No se trata solo de simplicidad y velocidad, low-code también significa potencia
¿Hacia dónde se dirige Appian?
Para contestar a esto debería contar primero de dónde venimos. Hace veinte años, unos amigos y yo fundamos Appian. Comenzamos haciendo desarrollos a medida y, con el tiempo, descubrimos que era posible crear aplicaciones dibujando, o con un diagrama de flujo. Esa idea fue tan interesante que decidimos perseguirla hasta su último extremo.
Una plataforma low–code es la forma más rápida de crear una nueva aplicación, prácticamente como si se la estuvieras explicando a otra persona en lugar de a un ordenador. Nuestra intención es hacer que sea sencillo describirle a la máquina lo que queremos de ella, que sea más como hablar en nuestro propio idioma y no en el suyo.
Esa es la intención de low–code. El futuro de Appian es acercarse cada vez más a esa “humanidad”. Debería ser intuitivo y sencillo poderle comunicar tus intenciones a la máquina. Tenemos el propósito de, cada dos años, reducir a la mitad el esfuerzo necesario para construir una aplicación en nuestra plataforma.
¿Cómo una especie de ley de Moore inversa?
Ese es nuestro futuro: cada vez más sencillez. Hoy en día, las organizaciones se expresan a través de su comportamiento, que está escrito en forma de software: es el que determina la identidad de las organizaciones. Pero el software único es muy caro, por lo que las organizaciones se ven forzadas a emplear software homogéneo y a estandarizar sus comportamientos, justamente porque resulta caro ser diferente.
Nosotros tratamos de potenciar el ser diferente, permitir a las compañías ser únicas y que expresen sus valores propios y los atributos que definen su marca. Que sean capaces de diferenciarse de la competencia adoptando nuevos conjuntos de comportamiento, algo que es posible si crean su propio software. Queremos ayudar a las organizaciones a tener su propia personalidad.
Un bug es un error que emerge del intento de una persona de hablar en el lenguaje de una máquina
¿Se trata de democratizar el desarrollo de software empresarial?
En cierto modo sí. Pero es importante matizar esta respuesta. Es cierto que estamos potenciando a los desarrolladores, pero no quiero decir que todo el mundo debería ser un desarrollador.
Digamos que programar es tan sencillo como hablar y que, simplemente, le podrías decir a alguien lo que el software debería hacer y, sencillamente, lo haría. Algunos hablarían de forma suficientemente precisa como para escribir buen software y otros lo harían de forma menos precisa. Desafortunadamente, el software funciona sobre estándares. Una aplicación debe ser capaz de hablar correctamente con otra, y compartir variables, informes, tokens, etc. Para eso se necesita un cierto nivel de precisión.
Es decir, me encanta la idea de democratizar el software, pero hemos de hacerlo con cuidado. Lo que no queremos permitir es la “des-estandarización” de software, posibilitando que todo el mundo lo escriba de forma imprecisa. Lo que yo espero del low–code es que aquellos que escriben software sean capaces de escribir mucho más, en lugar de que aquellos que no escriben software, puedan escribir algo.
¿Cómo conjugan open source y Appian?
Me gusta el movimiento open source, ese dinamismo y el concepto de que las mejores ideas deberían compartirse. Aunque Appian no es una compañía de open source, admiramos el movimiento y nos gustaría que llegara un momento en que la tecnología no fuera tan propietaria como lo es ahora. Cuando digo “propietaria” no me refiero a que alguien la posea y la venda, porque creo que eso es algo que va a ocurrir siempre. Más bien utilizo este término en el sentido de que la propiedad y la venta de tecnología, en cierto modo, limitan la forma de usarla.
Me gustaría ver un software que conecte una organización con otra. Hoy en día, el software existe casi por completo dentro de la organización que lo compra. Lo implementan de forma interna, pero hay pocas conexiones con otras organizaciones. La libertad de usar software de formas distintas, y de manera más expansiva, nos resulta muy atractiva, aunque no seamos una compañía open source per se.
Bots y low-code. ¿Son una pareja celestial o infernal?
Bueno, ambos se necesitan. Tanto los bots como el low–code se complementan y, por si solos, están incompletos de alguna forma. Por ejemplo, low–code necesita un bot para integrarse con una aplicación que no tenga una API. Las aplicaciones antiguas suelen carecer de ella y utilizando RPA podemos añadir o quitar datos de las aplicaciones, emulando movimientos de ratón y clics. RPA puede ser la mejor forma de integrarse con una antigua aplicación legacy.
Pero, a su vez, RPA necesita el low–code. Si uno tiene demasiados bots pueden terminar por comportarse de forma muy descentralizada y desorganizada. Se necesita algún tipo de capa de orquestación para estar seguro de que funcionan de forma eficiente. Además, no existe prácticamente nada que se pueda manejar al 100% con bots, porque eso significaría que no hay excepciones en los procesos. Como a los bots no les gustan demasiado las excepciones, se requiere cierta capacidad humana para gestionar aquellas cosas que no tienen sentido para los bots. Al final, se trata de una fuerza laboral combinada y la capa de orquestación equilibra el conjunto y reparte las tareas. Esa capa es low–code.
¿Appian está marcando tendencia?
Absolutamente. Nadie está haciendo lo que hacemos nosotros. Todo el mundo se da cuenta de que, empleando low–code, la creación de software se simplifica y acelera. Si estás dibujando software, en lugar de escribiéndolo, vas a ir más deprisa diez o veinte veces más deprisa. Todo el mundo entiende eso.
Pero lo que no parecen entender es que el software también tiene que ser más potente. El motivo es que, en realidad, estás delegando la autoría del software a nuestra plataforma. Si es la plataforma la que escribe el software, en lugar de un ser humano, puede añadir una cantidad arbitraria de funcionalidad gratis.
El objetivo es, cada dos años, reducir a la mitad el esfuerzo necesario para construir una aplicación
¿A qué se refiere con “gratis”?
Digamos que la plataforma tiene compatibilidad con cualquier dispositivo móvil, pues esta capacidad sería automática. Si es compatible con cualquier cloud, y portable entre diferentes clouds, esto también sería automático. Lo mismo para las funcionalidades de seguridad.
Toda esta funcionalidad puede ser proporcionada de forma gratuita y, de hecho, debería ser proporcionada de forma gratuita. La ventaja del concepto low–code es que puedes capitalizar las eficiencias inherentes al delegar la autoría del software a la plataforma.
Cuando digo “gratis” me refiero a que no se necesita ningún trabajo humano adicional para conseguir todo esto. Supongamos que en una organización han escrito software sobre nuestra plataforma, con la intención de utilizarlo únicamente en un entorno de sobremesa. Pero un día, puede que al cabo de un año, alguien decide probarlo en su dispositivo móvil y descubre que solo necesita bajarse una app y acceder. Todo funciona.
Todas las pantallas son compatibles y tienen el formato del dispositivo móvil. De pronto dispone de una gran cantidad de funcionalidad y potencia en su móvil, para la que no tuvieron que planificar nada, ni invertir dinero o tiempo: lo acaban de conseguir de forma gratuita.
Escribieron una aplicación para un área determinada y consiguieron todas las demás áreas gratis. Puede que no necesiten la elevada seguridad de nuestra plataforma, pero la tienen de todas formas. Por el mismo precio.

¿Cuál es la situación general de este mercado?
Appian acaba de cumplir 20 años y la zona con más crecimiento en este momento es Europa y, dentro de esta región, el país que más creciendo es España. Esto puede deberse al trabajo que estamos haciendo en el sur de Europa, pero también es cierto que hemos encontrado un mercado que aprecia lo que sabemos hacer.
El mercado español está buscando flexibilidad y nuevos comportamientos. Existe la posibilidad de conseguir beneficios a corto plazo. Por ejemplo, el Banco Santander adoptó nuestro software hace poco, y ya ha desplegado diez aplicaciones que afectan a 28 divisiones, y que tienen un impacto significativo sobre la organización.
Nosotros lo que ofrecemos es el empoderamiento: permite a un negocio definirse rápidamente. Muy pocas tecnologías tienen un efecto similar porque, o bien no son lo suficientemente sencillas o lo suficientemente potentes. Nosotros aportamos esta combinación de virtudes y creo que el mercado español lo está apreciando. Eso es lo que nos confiere un gran empuje en este momento. Y no sólo con los clientes, sino también con los partners.
¿Cómo se está recibiendo en el sector público?
Es nuestro segundo mercado más importante. El mayor de todos es el de los servicios financieros, en el que todo es cuestión de reglas. Las decisiones son muy importantes porque llevan mucho valor asociado y, además, hay muchas regulaciones y normativas que están cambiando permanentemente… Es el entorno perfecto para el uso de low–code.
Sin embargo, el sector público le sigue muy de cerca. Normalmente, el gobierno es demasiado complicado y lento. Nosotros podemos hacer que todo sea más flexible, más centrado en el ciudadano y más eficiente. Hemos trabajado mucho en el sector público, sobre todo en Estados Unidos. En realidad, comenzamos en Washington DC y todavía es nuestra central y nuestra oficina más grande. Estamos cerca del capitolio.
Comenzamos trabajando mucho para el gobierno y es algo que hemos mantenido y ampliado a otros países. Trabajamos mucho en Gran Bretaña y en Australia y estamos ampliando nuestras cualificaciones. Creo que, en este momento, estamos listos para trabajar en el sector público de cualquier lugar.
En el ámbito de RPA, low-code es esa capa de orquestación que equilibra el conjunto y reparte las tareas
¿Qué prefiere el Sector Público, reducir costes o incrementar la velocidad?
Generalmente su requisito fundamental es la potencia. Sólo se nos tiene en cuenta si tenemos la suficiente potencia y, de las opciones lo bastante potentes, eligen aquellas que sean más rápidas. Es curioso cómo afectan estos factores: uno es el requisito y el otro el diferenciador. Como la velocidad suele ser el diferenciador y la potencia el requisito indispensable, nosotros destacamos nuestra velocidad sobre todas las cosas.
De hecho, hace poco comenzamos un programa llamado “The Appian Guarantee”, que garantiza que la primera aplicación de un cliente estará lista en ocho semanas. Esa es una afirmación importante porque nadie más se atreve a hacerla. En realidad, lo estamos haciendo de serie, es la operativa estándar.
Queremos que los clientes nos encuentren, porque somos capaces de crear aplicaciones potentes, y que nos elijan porque somos más rápidos.

Hace ya veinte años…
La verdad es que no pensé que esto acabaría así. Estaba trabajando en una startup y tenía veintitantos años. Tuve suerte en esa empresa. Eran los años 90 y algunas empresas estaban ganando mucho valor. Casualmente tenía algunas opciones de esa compañía que se convirtió en muy valiosa. Así que resultó que estaba en el lugar y el momento correcto, y lo dejé todo para fundar mi propia compañía.
En realidad fue una decisión bastante difícil, pero la tomé porque quería tener un cierto impacto cultural, no sólo económico. Estaba convencido de que podría ganarme la vida, pero me apetecía crear un lugar que tuviera buenos valores, y que se portara bien con aquellos que lo formaban. Un lugar que respaldara a sus integrantes.
Todavía pienso de la misma manera. Es muy importante que cualquier cliente que compre software de Appian le pasen cosas buenas. Que cualquier empleado que venga a trabajar a Appian considere que su estancia en la empresa sea una parte buena de su carrera y que estén contentos de trabajar con nosotros. Ese es realmente el propósito de la compañía. Eso me importa más que si hacemos más dinero de esta o aquella forma.