El nuevo hogar de la mente

La matriz de Neuromante

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El término ciberespacio aparece por primera vez en 1981, en un cuento de William Gibson popularizado en la novela Neuromante: un libro calificado de revolucio­nario por el Publisher’s Weekly y que fue galardonado con tres de los premios más prestigiosos en ciencia ficción: Nébula, Hugo y Philip K. Dick. El autor definía este término —ciberespacio— utilizando un concepto pre­ocupante, no exento de poesía: “una alucinación consen­suada”. Era visto como una inteligencia global y colectiva, atemporal y espacial, el lugar virtual donde todo y todos tenemos cabida.

La novela recrea el opresivo ambiente de Blade Runner (1982) e introduce el concepto de matriz (conexiones neuronales a Internet) que popularizó Matrix en 1999. En Neuromante, “la matriz tiene sus raíces en las primitivas galerías de juegos… y las drogas como ‘micotoxinas y mutágenos’ que se inyectan en el torrente sanguíneo —la actual nanotecnología— juegan su alienante cometido. Por detrás, las grandes transnacionales —globalización— en forma de zaibatsu (conglomerados de empresas presentes en todos los sectores) con las mismas ansias de poder, dinero y sueños de longevidad para los que controlan y mueven el mundo no virtual”.

Los avances no se aprovechan para dar felicidad al hombre, sino para controlarlo

Neuromante no es de lectura fácil. Su vocabulario mezcla realidad, sueño y ficción, y así parece que viven sus personajes: en un submundo ilegal muy tecnificado, con implantes de órganos y drogas de última generación. Un mundo donde cuesta ser consciente de la realidad; donde se vive dentro de un caos, con el control de mentes como fondo aterrador; un mundo oscuro, húmedo y contaminado.

La IA es una protagonista más. Quiere tomar el control del ser humano, sentir y ser libre de él. Gibson define la Matriz del Ciberespacio como una base sinérgica de computación que abarca todo el planeta, transformada en una red sensitiva. Toda una declaración de principios.

En esta obra de 1981 vemos que, al igual que hoy, los avances no se usan para dar felicidad al hombre, sino para controlarlo. El ser humano sigue preso de los mismos lastres del pasado, en un territorio que no conoce y donde nadie es quien dice ser. ¿No suena familiar? En definitiva, más soledad y vacío, tendencia de un futuro que se repite en las novelas del género de esos años.

Hoy, la definición de ciberespacio es algo más pobre: ám­bito artificial creado por medios informáticos. Una más completa lo define como “una realidad simulada que se encuentra implementada dentro de los ordenadores y de las redes digitales de todo el mundo”. En 1996, John Perry Barlow escribió la Declaración de Independencia del Ciberespacio, en la que exhortaba a los gobiernos a no ejercer soberanía sobre este, definido como “el nuevo hogar de la mente”. Esta definición me gusta mucho más, por breve y amplia.

A lo largo de nuestra historia solo hemos tenido dos hoga­res para cuerpo y mente, ambos físicos e inseparables: el rural, próximo a la naturaleza, y el urbano, más reciente y artificial. En el ciberespacio disociamos cuerpo y men­te, algo que nunca habíamos hecho en toda nuestra historia como especie. ¿Dónde volvere­mos a unirlos? Nos toca decidir en qué mundo queremos vivir y si nos encaminamos a ese deshumanizado e impersonal futuro controlado por una IA ¿libre?

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